«Síndrome de Diógenes»: más allá de la puerta del hogar.

Síndrome de Diógenes

Es fundamental entender, que el popularmente llamado «Síndrome de Diógenes» no existe como diagnóstico oficial en ningún manual de referencia; se trata más bien de una nomenclatura social.

Aunque pueda parecer que es un problema reciente, en realidad las primeras descripciones de este «síndrome» fueron hechas por geriatras y psiquiatras como Clark y Mankikar, en los años 1966 y 1975 respectivamente, según recoge un artículo de PubMed. Fuente: PUBMED

Pero, utilizar la expresión «Síndrome de Diógenes», nos ayuda a poner en perspectiva la gravedad de la acumulación extrema y a comprender las serias consecuencias que puede tener en la vida diaria de las personas afectadas. Sin embargo, es crucial abordar este trastorno desde un enfoque clínico adecuado, para ofrecer el apoyo que estas personas realmente necesitan.

Trastorno de Acumulación Compulsiva

El Trastorno de Acumulación Compulsiva  (DSM-5-TR Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), no solo afecta a quien lo sufre; también tiene un gran impacto en su entorno cercano, como la familia y los vecinos. Los problemas de convivencia y las tensiones son muy comunes, ya que la situación genera incomodidad, preocupación y, en muchos casos, conflictos que pueden alterar la dinámica familiar y vecinal. Abordar estas situaciones con sensibilidad y apoyo profesional es clave para reducir los efectos negativos en todos los involucrados.

Entorno familiar: un estrés constante

Cuando alguien en la familia padece ese trastorno, lo que debería ser un hogar tranquilo y ordenado se convierte en una fuente continua de estrés. Las acumulaciones descontroladas y la falta de limpieza no solo llenan los espacios de cosas, sino que también cargan el ambiente de tensión y preocupación.

Los familiares suelen sentirse abrumados y frustrados. Intentan ayudar, pero muchas veces la persona con el trastorno no reconoce el problema o no acepta su ayuda, lo cual puede provocar mucho desgaste. Esta situación genera una mezcla de emociones difíciles: preocupación constante por la salud y seguridad del ser querido, impotencia al ver que sus esfuerzos no logran ningún cambio y, en algunos casos, un sentimiento de culpa por no saber cómo manejarlo mejor. El estrés puede llegar a ser tan intenso que los familiares desarrollan ansiedad o incluso se sienten deprimidos, porque la situación parece no tener una solución fácil.

.Problemas de relación:

Las relaciones dentro de la familia se resienten. Las discusiones son frecuentes, muchas veces por cosas pequeñas que terminan desencadenando conflictos más grandes. La convivencia se vuelve complicada y, en algunos casos, las tensiones son tan fuertes que los lazos familiares se quiebran. Es difícil mantener la paz cuando el desorden y la acumulación dominan el espacio y las interacciones. Los familiares, cansados de intentar cambiar la situación y de no conseguirlo, en ocasiones prefieren alejarse para proteger su propia estabilidad emocional, aunque eso también les cause dolor.

.Desgaste en la dinámica familiar:

El día a día en el hogar también se ve afectado. Las rutinas cambian, y lo que debería ser un lugar de descanso y comodidad se convierte en un espacio que los familiares evitan. En lugar de sentirse en casa, se sienten atrapados en un entorno caótico que les impide relajarse o disfrutar de su tiempo en familia. Esto afecta a todos: la casa ya no es un refugio seguro, sino un recordatorio constante del problema.

En resumen, vivir con alguien que tiene Trastorno de Acumulación Compulsiva engloba más problemas que el aspecto físico del hogar. La carga emocional y el impacto en las relaciones son enormes. Para las familias, la situación puede volverse insostenible si no cuentan con el apoyo necesario para manejar estos desafíos, tanto desde un punto de vista emocional como práctico.

Impacto en el Vecindario:

El llamado «Síndrome de Diógenes» no solo afecta al hogar donde se desarrolla; también puede tener consecuencias serias para todo el vecindario. Los problemas de acumulación y desorden no se quedan confinados a un solo espacio y, con el tiempo, empiezan a repercutir en la vida de los vecinos y en la comunidad en general.

.Problemas de higiene y salud pública:

Una de las primeras cosas que notan los vecinos es la falta de higiene. Las acumulaciones descontroladas pueden atraer plagas como ratas e insectos, lo cual genera un riesgo para la salud de todos en el edificio o en las casas cercanas. Los malos olores y la presencia de basura o materiales en descomposición afectan la calidad de vida de todos los que viven alrededor. Además, la acumulación de objetos aumenta el riesgo de incendios, lo cual es una preocupación constante, ya que pone en peligro la seguridad de todo el vecindario.

.Convivencia y conflictos vecinales:

La convivencia puede volverse muy complicada. Los problemas generados por la acumulación, como los olores desagradables o la aparición de plagas, suelen provocar quejas y conflictos entre vecinos. A menudo, estas situaciones desembocan en discusiones o incluso en intervenciones legales, ya que los vecinos buscan proteger su propio espacio y calidad de vida. Estas tensiones pueden hacer que el ambiente en el vecindario se vuelva incómodo y conflictivo, lo cual afecta a todos los involucrados.

Impacto en la Comunidad:

A nivel de comunidad, el Trastorno de Acumulación Compulsiva puede generar un sentimiento generalizado de impotencia. Los vecinos pueden sentirse frustrados al ver que sus esfuerzos por mejorar la situación no dan resultado, especialmente si la persona afectada no colabora o se niega a recibir ayuda. Esto puede provocar que los residentes se distancien, reduciendo el sentido de comunidad y apoyo mutuo que es fundamental en cualquier vecindario.

Además, el problema puede afectar a la percepción general del vecindario. Los posibles nuevos residentes o compradores podrían percibir que el lugar es problemático o poco atractivo debido a estas situaciones, lo que puede repercutir en el valor de las propiedades.

.La necesidad de intervención y apoyo comunitario:

Para afrontar estos desafíos, es clave la intervención de los servicios sociales y autoridades competentes, pero también es importante que la comunidad esté involucrada. La comprensión y la educación sobre lo que implica este Trastorno pueden ayudar a reducir el estigma y a buscar soluciones que beneficien a todos. No se trata solo de señalar el problema, sino de encontrar formas de apoyar a la persona afectada y minimizar el impacto en el vecindario. Promover un enfoque más empático y colaborativo puede ser crucial para manejar mejor estas situaciones y mejorar la convivencia.

En definitiva, es un Trastorno  que puede traspasar los límites de un hogar, afectando a muchas personas a su alrededor. Abordarlo de manera efectiva requiere una mezcla de apoyo profesional, comprensión y acción comunitaria para asegurar que todos puedan vivir en un entorno más seguro y armonioso.

Ana Araújo – Organizadora Profesional de Espacios Certificada en Desorganización Crónica (N1) por ICD®. Alcalá de Henares, Madrid, España.

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